Las ciudades generalmente son más cálidas que las áreas rurales o periféricas de las ciudades; los pavimentos, los parqueos, y las densas cubiertas absorben y retienen durante el día el calor de la insolación y lo irradia lentamente en las noches.
El resultado es conocido como el efecto de la isla de calor, que incrementa la temperatura del aire en las áreas desarrolladas comparados en un área que no está desarrollado.
El incremento de la temperatura en las áreas urbanizadas tiene severas consecuencias:
El consumo adicional del aire acondicionado que incrementa la demanda energética. El aumento del costo de la energía es dramático cuando ocurren los picos de consumo energético.
Entre las estrategias para reducir el efecto isla de calor: instalar superficies reflectivas en las cubiertas, los colores claros ayudan a reducir la absorción de calor; reducir las áreas pavimentadas que están expuestas a la luz solar; y colocar vegetación o cubiertas verdes que ayudan a reducir el efecto de la isla de calor y proveen sombra.
La isla de calor como tal, tiene efectos negativos en la calidad de ambiente interior. Pero implementando las estrategias adecuadas, minimizaremos estos impactos.
La idea es que a largo plazo, vayamos pensando en que no debemos enfriar nuestros ambientes solo con el uso del aire acondicionado (El uso excesivo de estos equipos solo producen un sobrecalentamiento ambiental). Y si lo hacemos debemos procurar ocupar los equipos más eficientes que podamos y que estos estén alimentados con fuentes de energías renovables.
Las edificaciones verdes pueden contribuir a cumplir los objetivos de desarrollo sostenible. Y todas nuestras estrategias futuras, con miras al cumplimiento de objetivos trazados tanto al 2030 como al 2050 deben ir encaminadas en este sentido, lograr desarrollar edificaciones nuevas y existentes bajo principios de sostenibilidad y rescilencia.
Tomado de ESGBC.
En colaboracion con Víctor López